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Gabi y Elena.

Cerré la puerta arrastrada por un ansia nueva. Jamás en mi vida me había costado tanto contenerme. He estado en esta casa por lo menos dos veces y en ninguna de ellas había sentido la necesidad de arrancarle la ropa a jirones a Gabi, como si me fuera la vida en ello. No es que no lo hubiera pensado antes. Lo he debido imaginar en mi cabeza más de un millón de veces. Lo he recreado tantas veces y de tantas formas que esto casi parece una versión vulgar de lo que podría ser, si tuviera el valor para hacer lo que quiero hacer. Eso sí, mi imaginación no se puede aproximar, ni si quiera un poco, a plasmar lo que siento cuando Gabi me levanta la camiseta por encima de los brazos. No se si desmayarme, vomitar, morirme de un paro cardiaco o morderla como un animal sediento de carne. Gabi me guía como una maestra de danza por todos los rincones de su casa. Hemos pasado de la entrada a un mueble del pasillo, donde he conseguido, casi sin oxígeno, quitarle la camiseta mientras ella no dejaba de mirarme a los ojos. ¡Dios mío, es tan guapa que podría morirme ahora mismo y sentirme completa! Sí, lo digo en serio, porque estoy desbordada besándola en este mueble, sintiendo como su piel me enciende y me da electricidad. Notando sus manos en mi espalda, al mismo tiempo que le pido al universo que me de más de lo que quiera que sea esto.

Tengo que sacar una fuerza de autocontrol descomunal para no perder la cabeza. Cierro los ojos y me muerdo los labios, mientras siento a Gabi explorando más trozos de piel. Me apoyo como puedo a este mueble para tener algo que me mantenga anclada al suelo. Parece que mis piernas no sean capaces de sostenerse solas. No las culpo, Gabi está desabrochándome los pantalones despacio, mientras me besa el cuello y me susurra al oído lo preciosa que soy.

Se me acelera el corazón cuando oigo el ruido de mis pantalones chocando contra el suelo. Me quedo muda en ropa interior, aterrada. Deseando que siga tocándome y temblando porque lo haga de esta forma. ¿Cómo me puedo sentir tan vulnerable? Estoy tan alterada que casi me muero de frío, sintiendo como mi piel se pone de gallina.

Gabi nota mis nervios y me coge de la mano. Me lleva a su habitación. Es un cuarto enorme con una cama gigante en medio. O eso me parece a mí. Soy incapaz de ver otra cosa que esa cama gigantesca pidiéndome explicaciones. Todo es tan enorme, y yo me siento tan pequeña que casi me parece cómico, ser consciente de lo paradójico del contraste.

Gabi me mira a los ojos y me abraza. Me besa despacio sin hacer otra cosa que envolverme.

–  Estás temblando – me dice despacio -. ¿Quieres que paremos?

La miro desbordada. Sintiendo que mi corazón se va a salir del pecho. Me sumerjo en esos ojos marrón azabache que tanto me cautivan y un ápice de su esencia me calma.

–  No – le digo casi en un suspiro –. Sólo estoy un poco nerviosa, eso es todo.

–  ¿Seguro? – me dice dándome besos por toda la cara.

Es tan suave y huele tan bien que consigue que se me ponga la piel de gallina.

–  Seguro.

Gabi vuelve a besarme despacio antes de separarse un poco.

–  Creo que tengo algo que tal vez ayude.

Veo como el cuerpo de Gabi se aleja hasta perderse al fondo del salón. Al cabo de diez segundos una música de fondo empieza a sonar. Consigo diferenciar Overture de Sleepping At Last mientras espero a que Gabi vuelva.

– No es música española pero a mi me relaja cuando estoy nerviosa.

Se me escapa una sonrisa viéndola así, en el umbral de la puerta de su cuarto. Tiene la melena despeinada, suelta encima de sus clavículas desnudas, un sujetador negro y unos vaqueros puestos que claramente le sobran. Me mira con una expresión diferente. Como si tuviera miedo de invadirme o de hacerme sentir incomoda. Me resulta tan tierno su forma de observarme que de golpe se esfuman todas mis dudas. Puede que me muera en este momento, antes que sus manos descubran mas piel y me hagan temblar como una hoja. Seguramente mi parte más racional no sobrevivirá a lo que está a punto de pasarnos, y aún así no me importa. No pienso irme a ninguna parte. No voy a huir como hago siempre cuando tengo miedo. Aunque sea plenamente consciente que sólo me quedan unos segundos y unos centímetros de espacio para estar más desnuda y expuesta, de lo que he estado en toda mi vida. Ya da igual, no me quedan excusas. Es obvio que me desboca, que me superan sus maneras de entenderme y acariciar mi alma. Me deshago cada vez que me toca , cada vez me besa, todas y cada una de las veces que dice mi nombre y me mira de la forma que lo hace. ¿A quién pretendo engañar? Me muero de ganas de temblar entre sus brazos. De besarla y olvidarnos del tiempo. Viendo pasar las horas sin más pretensiones que estar así, sintiéndome obvia, medio desnuda ante lo desconocido, pero deseosa y viva por ella.

–  Ven – le digo estirando la mano para que se acerque hasta donde estoy.

Gabi se acerca decididamente y me besa despacio. Coloco mis manos alrededor de su cuello y por primera vez, desde que he cruzado el umbral de su casa, me dejo llevar por todo este mundo interior que me pide a gritos impulsarme hacia ella.

Beso a Gabi fieramente. Me enciendo con el calor de su cuerpo y se que necesito más de ella. Bajo las manos por su espalda, dibujando surcos en su piel con las yemas de mis dedos. Gabi hace pequeños ruidos que consiguen sacar la fuerza que necesito para desabrocharle los pantalones. Ella termina por quitárselos sin dejar de besarme en todo momento. Cuando tiene las manos libres, me coge decididamente y me sube a la cama.

Siento una lluvia de besos que me caen por todo el cuerpo mientras las manos de Gabi abarcan más de lo que puedo asumir para seguir respirando. Gabi ha dejado de mirarme a los ojos. Está demasiado ocupada quitándonos lo que nos queda de ropa. Me agarro con las dos manos a las sabanas de Gabi mientras la siento como jamás he sentido a nadie en toda mi vida. Estoy a punto de la explosión mental, de la perdida absoluta de la capacidad del habla, cuando vuelvo a sentir los labios de Gabi sobre los míos. Me aferro a ella con una seguridad aplastante y le doy la vuelta para poder mirarla a los ojos. Intentado tomar algo de control en este caos emocional que estoy viviendo.

La beso despacio, agarrándola por las manos, sin dejar que se mueva ni una pizca. Me tomo un momento antes de saber que hacer o como proceder. Quiero mirarla así. Quiero sentirla de esta forma. Retenerla en este instante eterno donde mi corazón me está dando una última tregua para volver a pensar. Para poder mirarla y hacer miles de fotografías mentales de su cuerpo desnudo. De su rostro encendido. De sus mejillas rojas y su boca entreabierta. Necesito parar antes de avanzar y perderme del todo.

– Gabi, yo…

Como no se muy bien que decir y me siento invadida por toda esta aglomeración de cosas nuevas que me está ocurriendo, cojo su mano derecha sin dejar de mirarla. La miro conteniendo un nudo en mi garganta y pongo su mano encima de mi pecho izquierdo para que lo oiga, para que entienda que le pasa a mi cuerpo cuando ella está cerca. Gabi no dice nada, deja la mano ahí, inerte. Me mira como nunca me ha mirado nadie antes, y en ese instante donde creo que no me quedan barreras y ella puede verme tal cual soy, sin nada más que mi piel como escudo, me besa. Me besa y me permito perderme en ella.

10 comentarios en “Gabi y Elena.

  1. Woow!!! Todavía estoy recogiendo mi mandíbula del suelo… Las veces que se me erizo la piel y me quede sin aliento, les perdí la cuenta! Hermoso capítulo!!!
    Felicitaciones!!! Cada vez te luces más!!!
    Saludos desde Uruguay!

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  2. Waoooo, Que hermoso capitulo te has escrito.. Me has dejado colmada de amor.
    lo he leído tarde, porque esperaba sentirme bien para poder disfrutar la magia de tu lápiz. Has hecho que mi noche siga siendo magnifica gracias a tus lineas. Nadie como tu para transmitirme admiración.

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