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Capítulo 10

 

  • Sofi: ¿Cómo fue la entrevista?
  • Elena: Algo totalmente surrealista.
  • Paula: ¿Por qué?, ¿no os gustó Luis?
  • Elena: Todo lo contrario, Luis es encantador.
  • Paula: ¿Entonces?
  • Elena: Alex y Luis estuvieron coqueteando durante toda la entrevista.
  • Paula: ¿Cómo?
  • Sofi: ¡CUENTA!
  • Alex: Y dale…está claro que estuvimos en dos entrevistas distintas.
  • Elena: Ahora se hace la interesante. ¡Menuda pájara está hecha!
  • Sofi: ¡Chiwi las mata callando!
  • Paula: Chicas me pierdo.
  • Alex: Elena se inventa cosas. Se le ha metido en la cabeza que Luís y yo estuvimos flirteando toda la tarde. Todo porque, Luís, mostró interés en saber cosas de nosotras.
  • Elena: Interés en nosotras no, Alex. En ti.
  • Alex: ¡Chicas, es gay!
  • Elena: ¿Por qué inventas?
  • Alex: Para ser lesbiana, tu radar funciona fatal.
  • Elena: ¿Mi radar? ¿Pero que dices? ¡Tengo ojos en la cara!
  • Alex: Los cuales estaban demasiado distraídos mirando tu móvil…
  • Elena: Lo del móvil sólo fue al final ¡Lo miré porque no me hacíais ni caso!
  • Sofi: ¿Elena, sigues teniendo una relación con el teléfono? De verdad chicas no se que voy a hacer con vosotras.
  • Elena: Yo no tengo una relación con mi teléfono.
  • Alex: Además yo no coqueteé con Luis. Estuvimos manteniendo una conversación agradable, los tres juntos.
  • Elena: Lo que me faltaba escuchar…
  • Sofi:¿Pero es o no gay?
  • Paula: Lucía sigue haciéndose la misma pregunta. Su orientación sexual es un misterio.
  • Sofi: Pues me temo que vais a tener que admitirlo en el piso para salir de dudas.
  • Elena: No, si ya lo hemos hecho…
  • Sofi: ¿Cómo?, ¿por qué no habéis empezado por ahí?
  • Alex: Rubia, te lo estamos contando. ¡No seas impaciente!
  • Elena: Alex, aprovechó un momento en que estaba mirando el móvil, para tomar una decisión por las dos.
  • Alex: Mientras salió el tema, sonreías. ¿Cómo iba a saber que era por Gabi?
  • Elena: Era imposible que te dieras cuenta. Estabas demasiado ocupada ignorándome.
  • Paula: Jajaja.
  • Alex: ¡Menudo morro tienes!
  • Paula:¿Alguna novedad en el asunto de Gabi?
  • Alex: Sí, ahora se escriben por whatsapp. Cada vez que le llega un aviso, Elena se vuelve loca. Esta mañana la he visto corriendo los cien metros lisos por el pasillo. Ver para creer.
  • Paula: Puede que sea una pregunta improcedente pero…¿Por qué no la llamas y quedas con ella?
  • Elena: …
  • Alex: ¡Porque está cagada!
  • Elena: Yo di el paso con el chat… le toca a ella.
  • Sofi: Di que sí, Elena.
  • Alex: Pero si lleva diciéndote días que le debes una cena.
  • Paula: ¿Te ha dicho que quedéis?
  • Elena: Bueno, explícitamente no ha dicho nada.
  • Alex: Solo le falta poner un letrero con luces de neón, en la puerta de casa.
  • Elena: ¡Necesito veros chicas! Por cierto, Sofi, estoy saliente de guardia y me dirijo a tu casa. ¿Comemos juntas?
  • Sofi: No se si seré capaz de comer nada, pero claro, ven cuando quieras.
  • Elena: ¿Y eso?
  • Sofi: Hoy es el día que tengo la prueba que me consiguió Nacho.
  • Alex: ¿Era hoy? ¿Cómo no nos lo has recordado antes?
  • Paula: ¡Mucha suerte cariño, lo vas a hacer genial!
  • Sofi: ¿Te olvidas de mi prueba y es culpa mía?
  • Alex: Evidentemente.
  • Elena: No me acordaba, lo siento. ¿Seguro que te viene bien qué vaya?
  • Sofi: Pues claro. Tengo un problema con mi armario…
  • Alex: ¡Buf! Que la fuerza te acompañe, Elena.

Haber olvidado que hoy era el día de la prueba de Sofi, conseguía que me sintiera increíblemente culpable. Por lo general suelo ser bastante cuidadosa con mis amigas, sobre todo en momentos importantes. Sofi, lleva mucho tiempo esperando tener una oportunidad tan importante como la de hoy, y lejos de mostrarle apoyo, hoy he venido a verla porque no puedo quitarme a Gabi de la cabeza.

Mientras me acerco a Goya, para ir al piso de Sofi, no puedo dejar de darle vueltas al asunto. Voy a tener que mostrar mucho interés en las rutinas de acicalamiento de Sofi para compensar. Lo cual además de duro puede ser insufrible.

La casa de Sofi tiene todas las comodidades de un piso de soltera. A pesar de tener tan solo veintiún años, tiene un piso repleto de lujos que la mayoría de los mortales no nos podemos permitir. Vive sola en un piso de ciento cuarenta metros cuadrados, en el barrio Salamanca de Madrid. Tiene dos cuartos de baño y tres habitaciones: su cuarto, un estudio que usa de gimnasio y una habitación para invitados. En el centro de la casa hay un salón enorme con: un gran sillón cheslong, una televisión de ultima generación y un súper equipo de música. Su casa está directamente conectada al garaje de la finca, donde guarda su nueva vespa 946 y su coche mini cooper azul celeste.

No obstante su joya de la corona está dentro de su habitación: un vestidor en forma de “u” de más de seis metros cuadrados. Sofí se decidió a alquilar ese piso precisamente por ese cuarto. Es un paraíso de la moda con dos sillas en su interior para poder disfrutar de las vistas. No conozco a nadie que tenga más ropa que ella. Comparar un armario cualquiera con ese vestidor, es un insulto a la humanidad.

Los padres de Sofi se divorciaron cuando ella tenía quince años. El padre de Sofi siempre ha tenido mucho dinero. Dirige un negocio familiar que perteneció a su abuelo. Cuando era pequeña se pasaba el día sola. Sus padres nunca estaban en casa. Siempre había alguna reunión o algún evento al que debían asistir. Algo lo suficientemente importante como para no prestar atención a su hija. Con el paso de los años, Sofi, dejó de tener esperanzas. Pasó de desear que sus padres la mirasen y dejasen de discutir, a aprovechar su situación para obtener el mayor beneficio posible. En cierta manera ha sido y sigue siendo una mujer bastante consentida. Aunque no la culpo. Ella lo ha afrontado de la mejor manera que ha sabido. Su infancia ha sido mucho más solitaria que la de la mayoría de los niños. Las únicas formas de cariño que ha recibido, a lo largo de los años, han sido sustanciosas aportaciones económicas en su cuenta corriente. Así que cuando cumplió los dieciocho años, y tuvo la edad legal suficiente para irse de casa, cogió sus cosas y se buscó un piso para ella sola. Sus padres no protestaron ni una sola vez. Todo lo contrario. Le compraron todo lo que Sofía pidió sin pensárselo dos veces.

A veces se me olvida todo esto. Se me olvida lo que ha debido ser para ella, crecer  en un hogar donde no quisieron verla. Se me olvida porque me parece increíble que esté tan entera.

Antes de que pueda llamar al timbre de su puerta, Sofi, me invita a pasar con dos camisetas en la mano:

– ¿Qué te parece? Mucho mejor, los pantalones de tela con la camiseta de tirantes rosa ¿no? Ni siquiera se porque me he puesto una camiseta de color negro. No me combina nada ¿verdad?

– Estoy fascinada porque no te preocupe más llevar un cepillo en la cabeza – le digo señalando el peine que lleva enganchado en el flequillo, a modo de rulo.

– Lo llevo expresamente para darle forma al pelo. En esta ciudad el pelo se te queda liso como una tabla. Cuando nos vayamos me lo quito.

– ¿Llevas mucho rato así? – le pregunto dejando mi bolso en el salón, mientras le sigo hasta el vestidor.

– Toda la mañana.¡Elena, me estoy volviendo loca! No encuentro nada que ponerme – comenta preocupada mirando el fondo del armario, con los brazos en jarras.

– La camiseta de tirantes está bien. No obstante soy más partidaria de cualquier color que pueda sustituir al rosa.

– Elena y sus colores tierra – me dice con cara de exasperación.

– ¿Cómo? – le pregunto atónita, cogiendo sitio en una butaca que hay libre.

– Nunca te pones prendas que salgan de colores neutros. Toda tu ropa es: azul, crema, marrón, negra, blanca o como mucho verde. Jamás te atreves con colores estridentes y mucho menos con estampados.

– A veces llevo cosas rojas – me defiendo sorprendida por no haber pensando nunca en ello.

– Tienes una chaqueta y un pañuelo rojo – dice Sofi estirando un dedo.

– ¿Lo ves? Tengo cosas rojas – le contesto sonriendo.

– La cuestión es que estoy en crisis – comenta devolviendo la mirada al vestidor  -. Creo que me va a dar algo. Si no me siento cómoda con lo que llevo puesto no voy a poder hacer la prueba como es debido, Elena.

– Pero si todo lo que te pones te sienta genial. Alex y yo te odiamos por ello.

– No me estás ayudando – dice estudiando el vestidor.

– ¿Qué te ha dicho Nacho sobre la prueba? – le pregunto levantándome de la silla.

– La verdad es que no me ha dicho mucho. Están intentando mantener el misterio hasta el final. Lo único que sé, es que la prueba es en una discoteca.

– ¿De verdad? – le pregunto desconcertada -. Que raro.

– Lo sé, yo he pensado lo mismo – dice con una mueca de preocupación.

Pongo mi mano derecha sobre mi mejilla, mientras paso los ojos por el vestidor de Sofi. Con una décima parte de toda esa ropa tendría un armario enorme. Esto es prácticamente igual que irse de compras.

– ¿Qué te pondrías para quedar con nosotras? – le pregunto dando rienda suelta a una idea.

– ¿Cómo? – dice girando la cabeza y mirándome como si estuviera loca

– No soy yo quien lleva un cepillo en la cabeza – le digo defendiéndome de su expresión-. La que tendría que mirar raro debería ser yo.

– Me pondría cualquier cosa – contesta poniendo los ojos en blanco -. Bueno… lo pensaría primero, obviamente. ¿A qué viene eso?

– Lo pregunto porque tal vez lo estés enfocando mal – como no oigo nada, y si Sofi no estuviese de acuerdo me lo haría saber, prosigo –. Tal vez lo que estén buscando sea algo más casual. Una chica normal, que queda en un bar para tomar una copa.

– Mm…tiene bastante sentido – contesta, Sofi, frunciendo el ceño.

– Es lo mejor que se me ocurre – agrego intentando ser útil.

– Casual pero siendo yo ¿no? – pregunta con seguridad –. Entonces me pondría unos vaqueros, una camiseta nueva de color claro, unos sandalias de tacón, no demasiado llamativas ni con mucho tacón, y una blazer oscura. No, mejor la azul eléctrico.

– Genial. ¿Alguna camiseta blanca para combinar?

– ¿Qué te parece una blanca de cuello abierto redondo, un poco ceñida, y  unas sandalias marrón chocolate para acompañar? – me pregunta con los ojos brillantes.

– Me parece perfecto.

Después de media hora de acicalamiento, conseguimos abandonar el piso de Sofi. Nada más salir del portal, me doy cuenta de lo radiante que está Sofía. La blazer azul eléctrico resaltaba sus facciones, haciéndole sobresalir el rubio natural de su pelo y destacar el color miel de sus ojos. El maquillaje que se ha puesto, completa el conjunto haciéndole lucir de una manera deslumbrante.

En la calle se pude sentir ya el frío de otoño. Parece que en Madrid el otoño llegue antes. Aunque este tiende a presentarse en diferentes franjas horarias. Las cuatro y media de la tarde es sin dudarlo una de las franjas veraniegas de la jornada. Por lo que a pesar de haber salido de casa, a las siete de la mañana de ayer, con una cazadora vaquera encima de mi camiseta azul y una pasmina beige debido al frío matutino, ahora debo cargar con ambas prendas, para poder sobrevivir al sol de Madrid. Mientras camino por Goya, pareciendo un animal torpe y caluroso, Sofi se desliza por la calle, luciendo su preciosa y tal vez no necesaria chaqueta, de una forma elegante. Vernos a ambas riéndonos por Madrid es un contraste odioso.

– ¿Dónde tienes la prueba? – le pregunto mientras busco en mi bolso mis gafas de sol.

– En la calle Velázquez. En cinco minutos llegaríamos andando. Está aquí al lado- me dice sonriéndome de forma invitadora.

– Vale… – le digo resoplando con falsa desgana -.Te acompaño un rato, pero luego me marcho. Estoy muerta.

– ¡Gracias, gracias, gracias! Te compensaré, lo prometo – dice acercándose y dándome un sonoro beso en la mejilla – ¿Día duro en el hospital?

– Duro no, pero las guardias siempre son pesadas. ¿Has quedado con Nacho dentro? – le pregunto a la vez que torcemos por la calle Velazquez.

– No. Él se ha encargado de conseguirme la prueba. Todo lo que pase a partir de ahora, depende de mí.

– ¿Se presenta mucha gente? – le pregunto con curiosidad.

– Seguramente. Aunque eso no es lo que más me preocupa – dice, Sofi, sacando de su bolso una barra de labios.

– ¿Qué es, entonces?

– Seguro que hay un montón de modelos famosas.

– Bueno…si os han citado para hacer una prueba, entonces todas partiréis de las mismas posibilidades ¿no? – le comento intentando animarla. Si bien intenta disimularlo, es obvio que Sofía está nerviosa.

– Ojalá tengas razón, aunque nunca se sabe si ya habrán cogido a alguien a dedo. En fin…es aquí – dice señalando el centro comercial.

– ¿Un centro comercial? – le pregunto atónita.

– Sí, bueno, no…no entero. Es sólo el último piso.

Ambas nos quedamos boquiabiertas viendo la puerta del centro comercial.

– ¿Quieres subir y ver que han preparado?

– No creo que me dejen pasar – le digo convencida.

– Bueno, siempre podemos intentarlo hasta donde nos dejen.

– Venga… – le digo con entusiasmo. Ahora que hemos llegado hasta aquí, me muero de ganas de averiguar en que consiste lo que hay arriba.

El centro comercial de Velázquez, es un pequeño edificio que pasa desapercibido, ante los demás inmuebles que componen la calle. Esta compuesto por cuatro plantas, de diversas tiendas vintage con desorbitados precios, a los que sólo acceden las personas que pueden permitírselo. Las cuales sólo son un reducido sector de la población Madrileña.

El último piso, donde Sofi va a hacer la prueba, tiene dos comercios y un amplio bar nocturno que suele estar abierto los fines de semana. A pesar del reducido público que tiene el centro comercial, “Le Nuit” siempre está repleto. Se trata de una amplia estancia que tiene dos recintos separados. Uno está habilitado en forma de chill out, donde existen diversos cojines, camas y mesas, en las que poder disfrutar una buena y cara copa. Mientras que la otra parte es la típica zona de baile.

A pesar de los altos precios la sala siempre está repleta. Las dos salas están unidas y la gente puede decidir como disfrutar mejor de su tiempo. Uno de los encantos que tiene “Le Nuit” es que entre semana la sala se habilita para dar conciertos. Además del ambiente que hay los fines de semana, la sala es muy conocida por traer a un variado grupo de artistas de amplio interés. Lo cual produce que no me sorprenda mucho, al llegar a la cuarta planta, encontrarme a un grupo de más de doscientas modelos desperdigadas por los alrededores de la entrada.

– ¿Ves a esa chica qué está ahí?– me comenta, Sofi, al oído señalando a una chica morena y delgada – Es Paloma del Olmo.

– ¿Quién? – le contesto igual de bajito, mientras nos ponemos en la cola de la mesa de inscripciones.

– ¡Venga ya, Elena! – exclama Sofi – ¿No sabes quién es Paloma del Olmo?

– No.

– ¿Has visto la nueva campaña de cereales dietéticos en la que sale una chica corriendo por la playa?

– Sí. Alex siempre dice que es imposible que aguante semejante carrera con sólo un tazón de cereales.

– Pues esa chica es Paloma del Olmo, y por lo visto es el número 753.

– Eso quiere decir que tiene las mimas opciones que tú. Sino ya la hubieran elegido.

Mientras Sofi contesta a modo de mueca, diciéndome con la cara y el cuerpo que aquello no  es más que una formalidad, llegamos a la mesa de inscripciones.

– Nombre y apellido por favor – dice la chica sin levantar la cabeza de la lista de nombres que tienen encima del escritorio.

– Sofía Romero.

– Sí – responde mientras marca el nombre de Sofi de la lista de candidatos –. Número 835.

Antes que podamos decir nada, la chica que está sentada justo a su derecha comienza a buscar el número de Sofi, entre un montón de etiquetas que tiene colocadas justo enfrente de ella.

– Toma, colócate el número en algún lugar que sea visible y espera con el resto de las chicas hasta que se os avise, por favor.

– Gracias – contesta Sofi pegándose el letrero con su número sobre su muslo derecho.

– Nombre y apellido – me dice ,está vez, refiriéndose a mí.

– ¡Ah no! No he venido a hacer ninguna prueba… – comento atropelladamente, algo ruborizada por la confusión.

– Lo siento, pero si no tienes número no puedo dejarte pasar.

– No te preocupes, Rosa, viene conmigo…

La confusión que siento al oír una voz familiar no demasiado conocida, no puede asemejarse al impacto que me produce elevar la vista de la mesa.

Unos ojos negros penetrantes me estudian despreocupados, reflejando un atisbo de sorpresa. Su sonrisa, amplia y divertida invitan a que mi corazón se desboque del pecho, haciendo que me sienta tan trasparente que resulte obvio el impacto que me produce volver a verla de nuevo. No importa que esta sea la segunda vez que la suerte decida encontrarnos. Nunca estaré lo suficientemente preparada. Si Gabi aparece no se pensar.

 

 

 

 

 

 

11 comentarios en “Capítulo 10

  1. Hola…. Me atrapaste en esta historia .. Definitivanente me identifico con Paola… Y si la amistad y la familia son lo mas importante.. Me encanata como la narras … Como te centras en todos los personajes … Como evitas la banalidad de llegar a una historia de amor como todas las demas… Ya me estoy enamorando de Elena… Y me fascinan los gustos de Alex …. Me estoy descubriendo … Conociendo esa parte de mi incompleta… Solo he dado un beso en los labios a una chica y no lo olvido … No sabes como amo esta historia y no es la primera que leo de este genero de chicas y chicas …. Gracias y por favor no tardes con el siguiente capitulo muero por saber q pasa …. Besos Daniela desde Colombia

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